09/11/09

Bert Trautmann


Vía Libro de Notas chegamos á historia de Bert Trautmann , poteiro alemán que chegou ás illas británicas como prisioneiro de guerra nazi.


La Segunda Guerra Mundial dejó tras de sí millones de víctimas, países enteros completamente asolados y, sobre todo, varias generaciones de europeos marcadas de por vida. Tanto en uno, como en otro bando. Además, el final del gran conflicto bélico del siglo XX sacó a la luz un sinfín de historias de héroes anónimos que fueron alimentando su particular leyenda entre las llanuras nevadas del frente del Este, en las ciudades centroeuropeas ocupadas o en los continuos bombardeos áereos cruzados.

La vida de Bernhard Bert Carl Trautmann dio muchas vueltas en aquella primera mitad de la década de los 40. Nacido en Bremen en el 23, Trautmann, como muchos otros jóvenes de su generación afines a la ideología nacionalsocialista (en su adolescencia había formado parte de las Juventudes Hitlerianas), se alistó en la Luftwaffe para ayudar a la que él consideraba una causa justa. Los primeros años de servicio pasaron sin excesivo problema, desempeñándose como operador de radio en la Polonia ocupada. Más tarde, el destino le llevó a combatir, reubicado como paracaidista, en el frente del Este, debiendo combatir contra el Ejército soviético y contra el duro invierno del 41 y sobreviviendo a la cruenta lucha y siendo ascendido y condecorado por sus méritos en el campo de batalla. Posteriormente, Trautmann sobreviviría a los implacables bombardeos aliados en la ciudad fronteriza alemana de Kleve, aunque la fortuna no le terminase de sonreir de manera definitiva. A los pocos días, y con Kleve derruida en un 90%, Trautmann fue hecho prisionero por dos soldados norteamericanos, de los que conseguiría escapar… para volver a caer de nuevo, indefenso, ante un pelotón británico que, esta vez sí, lo trasladó hasta el campo de prisioneros de Ostende (Bélgica).

Tras permanecer un tiempo en el continente, Trautmann fue de nuevo trasladado a Gran Bretaña, aún como prisionero de guerra. Fue allí, como no podía ser de otro modo, donde comenzó su particular relación con el fútbol, en los habituales partidillos entre soldados y prisioneros. Muy dotado para la actividad física (ya en su etapa en las Juventudes Hitlerianas había destacado en varios deportes), Trautmann destacaba sobre el resto de compañeros sobre los embarrados e improvisados campos de Lancashire, entre barracones, muros y alambradas.

Ya con el fin de la guerra, Trautmann se negó a ser extraditado a su país de origen. Decidió iniciar una nueva vida en Inglaterra, alejado de la compleja situación que se vivía en una Alemania hundida tras la caída del nazismo. Se buscó la vida trabajando en lo que pudo (primero en una granja, después en diversas factorías de la ribera del Mersey), y dedicó sus ratos libres a lo que el grueso de la población inglesa de su entorno los dedicaba de una u otra manera: al fútbol. Trautmann se enroló en las filas del modestísimo St. Helens Town, un club amateur de las cercanías de Wigan. Sus grandes dotes bajo los palos hicieron que, pese a lo modesto de la categoría en la que jugaba, varios equipos de renombre se fijaran en él. En el prisionero nazi converso.

Así, a principios de la temporada 1949/50, Bert Trautmann firmó su primer contrato profesional con el Manchester City. Pero su llegada a los citizens no iba a ser bien vista por todo el mundo. Su pasado al servicio del Reich dejaba a Trautmann en una complicada tesitura frente a miles de seguidores de su nuevo equipo, que habían visto como sus casas y su país eran duramente bombardeados por aquella Luftwaffe, en la que el propio Trautmann había servido, durante la Blitzkrieg de finales del 40 y principios del 41. Así, fueron muchos los seguidores del City que se manifestaron en contra del fichaje de un futbolista que, pocos años atrás, había contribuido al mayor ataque sufrido por el país en su propio territorio en toda su historia.

Pero su buen nivel en la portería de un City que no pasaba por sus mejores momentos, contribuyeron a que su público comenzara a olvidar y dar por cerrado el pasado de Trautmann. Ya no veían en él al prisionero de guerra alemán, sino a un gran portero que había salvado muchos partidos para el club de sus amores. Con Trautmann asentado en la portería del equipo, sólo las hinchadas rivales terminaban sin aceptar con naturalidad el pasado bélico de nuestro protagonista. Los insultos aludiendo a su pasada condición de nazi eran una constante cada vez que visitaba campos rivales.

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Y fue precisamente en la capital inglesa, concretamente en Fulham, donde sucedió un hecho que cambiaría para siempre la carrera deportiva de Bert Trautmann. Corría el mes de enero de 1950, y un triste Manchester City que no conseguía salir de los puestos de descenso, visitaba al Fulham en Craven Cottage, en la que suponía la primera visita del meta alemán a la capital tras su llegada al país. Cuando todo el mundo preveía una contundente derrota de los celestes, la figura de Trautmann surgió colosal, sobreponiéndose a los continuos insultos desde el graderío, para salvar el honor de su equipo, que sólo cedió un 1-0 en el marcador final, con varias paradas milagrosas que hicieron de él un héroe en ciernes. Tras el pitido final, los futbolistas de ambos equipos, rendidos a la soberbia actuación de Trautmann bajo los palos del City, tributaron una merecida ovación conjunta al portero, que poco a poco fue contagiando al público que abarrotaba el Cottage.

Tras un descenso de categoría en esa misma temporada, y el consiguiente ascenso sólo un año después, Trautmann continuaría forjando su leyenda en la portería del City con actuaciones para el recuerdo, como la ofrecida en la final de la FA Cup del 56. Diez años después de su llegada al equipo, Trautmann viviría una experiencia que le colocaría para siempre en el imaginario de la hinchada citizen. Con 3-1 en el marcador a favor del City, el Birmingham apretaba en la recta final del encuentro dispuesto a recortar distancias. Cuando las cosas comenzaban a ponerse feas para los mancunianos, Trautmann salió a tapar una incursión hacia portería del interior zurdo Peter Murphy, cuando la rodilla de éste golpeó violentamente contra el cuello del meta alemán (minuto 0:50 del vídeo). El dolor debió de ser terrible. Trautmann tenía cinco vértebras dislocadas y una de ellas partida en dos. Ajeno al sufrimiento, y poniendo inconscientemente en grave peligro su vida, Bert continuó jugando los poco menos de quince minutos que restaban hasta el final del partido, salvando a los suyos de una casi segura remontada rival, con una actuación de antología.





La gravísima lesión apartó a Trautmann de los terrenos de juego durante la práctica totalidad de la temporada siguiente. Pese a tratar de ir entrando en la dinámica del equipo poco a poco, el héroe de Wembley no volvió a ser el mismo de antes de su lesión. Con el equipo metido en una racha de resultados horrorosa, Trautmann llegó a vestirse de corto en 34 partidos de la 57/58, pero su estado de forma, a sus 36 años, con una rotura de vértebras, cuatro años de servicio en el Reich y casi otros cuatro como prisionero de guerra, no terminaba de ser el idóneo para un portero sometido a la máxima exigencia.

Miembro del English Football Hall of Fame desde el año 2005 (es uno de los ocho futbolistas no originarios de las islas que ha conseguido tal distinción), Bert Trautmann marcó, sin lugar a dudas, una época, tanto en el Manchester City (545 partidos a lo largo de 15 temporadas) como en el fútbol inglés que, afortunadamente, consiguió aparcar para siempre el pasado nazi del héroe del 56.

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